Anteriormente en las zonas de laderas de México, y también en las planicies existía la costumbre  inmemorial, prehispánica, de hacer zanjas enormemente largas, en los linderos de los terrenos de cultivo de aproximadamente 80 cm de ancho por  1m.30cm de profundo, y unos 7 metros de largo, se dejaba 1.5 metros sin excavar y se continuaba otro tramo idéntico, y así sucesivamente hasta tener kms. y kms y kms y kms. de estas zanjas. 

Pues bien, durante las lluvias por todas las veredas y los surcos de cultivos se formaban riachuelos que desembocaban en estas zanjas que funcionaban como captadores de agua, que filtraban el agua con lentitud disímil según la consistencia del terreno donde se encontraban, había zanjas que la filtraban casi al instante y se evitaba la erosión del terreno, otras más lento como humedeciendo lo profundo de la tierra y no sólo la  superficie, y otras las filtraban lentísimo, incomparablemente lento, después de varios días sin lluvia todavía se podían ver algunas zanjas conteniendo agua chocolatosa que se iba desapareciendo poco a poco con el transcurrir de las semanas.

Esta costumbre era lo que permitía una gran humedad de los terrenos, un clima templado, permitía una cantidad considerable de arroyos que duraban más tiempo que ahora, y permitía escurrimientos de agua dulce, por las barrancas,  por los trayectos de los ríos en los costados pedregosos,  goteaba y goteba el agua increíblemente pura y fría entre las piedras, los musgos y los helechos, se escarbaba con cuidado, se hacían pequeñísimos contenedores donde apenas cabía la cabeza casi respetando el lugar o se improvisaba con un carrizo grueso o una penca de maguey algo parecido a un chorro y ahí podían beber agua los pastores y agricultores que conocían esos lugares aún en la época de sequía. 

Eran conocimientos muy antiquísimos, que difícilmente asimila y lleva a la práctica el hombre contemporáneo. Pero que debe retomar para garantizar su propia supervivencia y como ejemplo para los demás.
Más antiguos que los conocimientos matlatzincas, aztecas, toltecas o teotihuacanos, quizás olmecas, o todavía más allá donde se pierden los vestigios y no sabemos como llamar a esos hombres que habitaron estas tierras.
 

En San Juan Xochiaca aún se cuenta con infinidad de estos elementos ecológicos que deben ser preservados, muchas de ellas se estan tapando ya y requieren su rehabilitación para seguir funcionando con eficiencia como lo hacen desde hace mucho tiempo.